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Investigador en Ingeniería Eléctrica, University College Cork
Profesor titular (profesor asociado) de ingeniería de sistemas de energía, University College Cork
Profesor de Energía Sostenible, University College Cork
Juan José Cuenca Silva recibió financiación del Gobierno de Irlanda a través del proyecto de investigación "CENTS".
Barry Hayes recibe financiación de la Science Foundation Ireland a través de MaREI, el Centro de Investigación de Energía, Clima y Marina de SFI.
Hannah Daly recibe financiación para apoyar la investigación de MaREI, el Centro SFI para el Clima, la Energía y el Medio Marino, la Autoridad de Energía Sostenible de Irlanda y la Agencia de Protección Ambiental.
University College Cork proporciona financiación como miembro de The Conversation UK.
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Muchas personas se están convirtiendo ahora en “ciudadanos energéticos” mediante la instalación de paneles solares en los tejados y otros proyectos de energía renovable a pequeña escala en sus propiedades.
En teoría, esto es beneficioso para todos. La adición de energía renovable reduce el costo de la energía y, al reemplazar los combustibles fósiles, reduce las emisiones de dióxido de carbono que calientan el planeta. Pero existe la preocupación de que a medida que más personas instalen paneles solares y otros proyectos renovables, las redes eléctricas locales puedan congestionarse.
Queríamos comprender este problema y proponer una solución, y nuestra última investigación acaba de publicarse. Aunque nos centramos en Irlanda, donde vivimos y trabajamos, algo similar está sucediendo en gran parte del mundo.
Primero examinamos toda la infraestructura eléctrica del país y descubrimos que si todos quisieran energía solar en los tejados, entonces la red sólo podría dar servicio al 5% de los 1,6 millones de clientes de electricidad estudiados.
Esto se basa en que cada hogar quiera instalar 6 kilovatios de energías renovables (solar en el tejado de un lado de una casa típica, por ejemplo, o una única turbina eólica pequeña), que es el límite máximo admitido por el plan de apoyo a la microgeneración en Irlanda. En otras palabras, si todo el mundo instalara paneles solares, el 95% de los hogares no podrían conectarlos a la red nacional.
Esto parece reflejar la situación actual en redes eléctricas como la de California, España y Alemania, donde los primeros en llegar están bloqueando el acceso a los que llegan tarde. Si bien estos países están más adelantados en el despliegue de energía solar en tejados, partes de la red eléctrica ahora no tienen disponibilidad para nuevas instalaciones.
Esto es injusto: a menudo, los hogares más acomodados son los primeros en instalar energía solar fotovoltaica y se benefician de los subsidios. También limita la utilidad que puede tener la microgeneración para el objetivo general de descarbonizar la sociedad.
La situación podría compararse con un juego de sillas musicales.
El primer problema es el número de sillas: la red eléctrica no fue diseñada para que todas las casas produzcan mucha energía renovable. Cuando brilla el sol, por ejemplo, cada cliente con un panel solar debe utilizar la electricidad instantáneamente o derramarla en la red.
Esto está bien si solo unos pocos clientes están derramando, pero a escala nacional toda esa energía derramada puede exceder la capacidad física de los cables, provocando sobretensiones que dañan los equipos o interrupciones del servicio por disparos de protección. Para evitarlo, el operador de la red debe limitar la cantidad de energía renovable conectada.
Hay algunas maneras de abordar este problema técnicamente: hacer que haya más sillas disponibles. Estas incluyen invertir en nuevos cables o instalar bancos de baterías en los hogares y cargadores temporizados de vehículos eléctricos para poder coordinar mejor el uso de la energía. Pero todas estas ideas conllevan grandes costos financieros.
Las redes eléctricas en los países ricos –la red irlandesa es un buen ejemplo– han estado en construcción durante más de un siglo y reutilizarlas no será una tarea fácil. Hacer esto puede ser aún más difícil en las economías emergentes debido a las luchas adicionales para cubrir los costos.
El segundo problema es la música o quién se sienta primero. La política actual permite un enfoque de “primero en llegar, primero en ser atendido” para instalar energías renovables, lo que inevitablemente da prioridad a los sectores de altos ingresos de la sociedad para encontrar una silla vacía donde sentarse y beneficiarse financieramente.
A medida que el sector eléctrico se transforma gracias a las energías renovables, existen nuevas implicaciones en materia de justicia que vale la pena explorar. Imagínese construir una casa o mudarse a un área en el futuro y descubrir que ya se ha agotado toda la disponibilidad de la red y no le es posible conectar ningún panel solar nuevo. Los beneficios directos de poseer una instalación de energía limpia no son para ti.
Nuestra investigación sugiere que es posible ajustar esta política para hacer de la disponibilidad de la red un recurso compartido. Primero, en lugar de límites generales –como los 6 kilovatios subsidiados en Irlanda– necesitaremos un análisis detallado de la red para determinar cuánta generación renovable por hogar es justa, o el máximo que cada uno puede tener sin afectar a los demás.
Este cálculo es necesario porque esa “parte justa” varía para los clientes, ya que existen limitaciones técnicas derivadas de la ubicación del usuario en la red (qué tan cerca están de una subestación, a cuántas personas atiende esa subestación, cómo se conecta luego a la cuadrícula más amplia, etc.).
La segunda forma de compartir mejor la red es reconocer que algunos hogares tienen el dinero para instalar más de lo que les corresponde y, en cambio, ayudar a todos los demás a trabajar juntos. Por ejemplo, los hogares menos interesados o menos capaces podrían juntar sus acciones en nuevos paneles solares o turbinas eólicas a cambio de electricidad más barata derivada de esas mismas instalaciones.
Deberíamos reconocer algunos avances. Las instituciones irlandesas y europeas están intentando alcanzar objetivos de descarbonización y, de hecho, las instalaciones de energía renovable se están acelerando. La transición a una energía baja en carbono es ahora inevitable; la pregunta no es si se llevará a cabo la transición, sino cómo.
Pero la energía renovable no debería exacerbar las desigualdades existentes. Las políticas nacionales para la energía eólica y solar deberían tener en cuenta las preocupaciones sobre la equidad, lo que significa que podríamos permitir que todos los clientes de electricidad se beneficien financieramente de la energía limpia, y no sólo de tener un aire más limpio para respirar.
Nuestra nueva investigación abre un debate para reguladores e instituciones gubernamentales. No se trata de música o sillas, sino de la cuestión fundamental de la equidad y la propiedad en un sector energético en rápida evolución en Irlanda y más allá.
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